Los coches de Copiapó

Los coches de Copiapó

Por Vidal Naveas Droguett

Cómo han cambiado los tiempos en nuestra querida ciudad. Nunca sabremos si fue bueno o malo el haber dado “un salto al progreso y al desarrollo pleno en Copiapó”, palabras tan manoseadas por los políticos para justificar sus desacertadas acciones.

Mirando nuestras calles, repletas de autos y tacos por todos lados —que nos llevan a tener una conducta totalmente estresante—, se me ocurre recordar algunos aspectos del transporte público de antaño.

Días atrás, en un evento en un lugar cercano a Copiapó, observé dos victorias abandonadas, probablemente para convertirlas en atracción en un tiempo próximo, o para dejarlas listas para la venta, no lo sé. ¡Pero que estaban ahí, estaban!

En fotos antiguas de estas ciudad observamos sus calles vacías, desoladas, ideales para que el copiapino pudiera caminar y movilizarse con tranquilidad. Y entre las fotos que se muestran, que se conocen, nos retrotraemos a los antiguos coches, como se les llamaba aquí a los carruajes tirados por caballos (en otras ciudades como Viña del Mar, aún se les llama victorias), los cuales disponían de estacionamientos oficiales, paraderos y abrevaderos (pilones para que tomen agüita los caballos). Eran carruajes tirados por caballos en un madero carril.

En el pasado, además, esta ciudad tuvo un ferrocarril urbano (dependiente del Ferrocarril de Copiapó, todo un monopolio) que se desplazaba por las principales calles. Los altos (estaciones) de los ferrocarriles estaban en la Plaza Prat de Copiapó, en la Chimba y en el Pueblo de Indios de San Fernando. Este tren urbano funcionó hasta los primeros años del siglo XX, cuando el ferrocarril fue estatizado, transformándose en la columna vertebral del transporte y las comunicaciones de Chile (el Estado compró todos los ferrocarriles privados del país).

Retomando el relato de los coches, entre 1920 y 1930 estos se desplazaban con gran soltura por la ciudad, transportando pasajeros. Había coches de uno o dos caballos, los cuales se estacionaban en la calle Colipí —a un costado de la plaza y frente a la notaría de Pascual del Fierro—, la cárcel, la estación de Policía, las instalaciones municipales, etc. Y años después, en la calle Los Carrera, aprovechando que el ferrocarril pasaba por la plaza de Copiapó.

Existían abrevaderos para los caballos en la Alameda (entre O’Higgins y Los Carrera, fuente que aún subsiste), en Vicuña con Wheelwrigth y en Chañarcillo con Salas, entre otros.

Muchos habitantes tenían coches y carretas para el transporte, por ejemplo, los vecinos Olave y Quevedo, de la naciente población Pedro León Gallo. También hubo cocheros típicos de Copiapó, como el “Chiliano”, quien tenía un caballo flojo, que cuando lo apuraban con la huasca levantaba las patas traseras y continuaba con su paso cansino. Otros cocheros para recordar son los hermanos Pinto, quienes tenían caballos percherones y, a la vez, eran bomberos. Por eso, cuando había un incendio, los Pinto desenganchaban los pescantes de su coche, los ponían en la “Ponka” —la bomba emblemática de los bomberos copiapinos— y partían a sofocar los siniestros. También fueron cocheros conocidos el Negro Arcos y su imitador, el Máquina, los que en diferentes épocas recorrían la ciudad publicitando los eventos que se realizaban Copiapó.

Los coches estuvieron en todos los contornos de nuestra plaza. Allí se podía ver a los animales comiendo pasto y bebiendo agua, con un saco al cuello, mientras los cocheros limpiaban su carruaje, engrasaban las ruedas y aceitaban las lámparas para la jornada nocturna. Sin embargo, un día desaparecieron. Las principales razones eran que no había dónde comprar pasto para los caballos, el agua del río escaseaba y no había dónde bañarlos. Además, a raíz de la irrupción del progreso, tener esos carruajes en las calles pasó a ser visto como algo muy provinciano. Incluso, al final la reglamentación los hizo salir del centro, en especial por la suciedad y el olor a estiércol que molestaban a los ambientalistas. En resumen, desaparecieron por cuestiones de higiene y modernidad.

Amigo o amiga, si su abuelo u otro pariente fue cochero, puede comentar y compartir este relato, pero por favor no insulte, ya que este texto es solo un recordatorio.